
19 May ¿Y ahora qué?
He abierto los portales de noticias esperando encontrar alguna que me impactara tanto para empezar a retomar mi escritura… 1.001 intentos fallidos.
Entre el ir y el venir de toda esta tragicomedia llamada «pandemia» me encuentro cada día con el afán de las industrias de sobrevivir, de lograr remar en esta corriente de incertidumbre, y algunas, de lograr encontrar la pócima secreta para una venta garantizada.
En estos momentos donde pensábamos que cada día traía su afán, nos encontramos con el desespero por sentir ese afán que teníamos cada día.
Nos enloquece sentirnos impotentes ante la falta de poder planificar nuestro destino. No podemos pensar en un mañana, solo en un hoy en donde añoramos sentir el viento en la cara, poder caminar las calles atiborradas de gente a la cual no conocemos pero que sin duda hoy, extrañamos.
Nos encontramos a la fuerza con ese «valore las cosas sencillas» que tanto promueven los gurús de la buena vida. La cosa es que ahora, al estrellarnos de cara con la verdadera sencillez, nos sentimos engañados pues ya no tenemos quien nos siga ofreciendo esa redención por nuestros pecados capitalistas.
Ahora más que nunca entendemos lo desviada que está la humanidad en cuanto a sus prioridades. Entendemos que las guerras tienen motivos más egoístas que nuestra propia naturaleza. Descubrimos que ayudar a un desconocido sin esperar el típico seguimiento mediático, es más satisfactorio que conseguir 100 mil seguidores en cualquiera de las redes sociales que te dicen: ‘cómo ser perfecto’.

Quisiera que al terminar este thriller psicológico, de verdad pudiéramos agradecer a las personas que se tomaron en serio el cuidar de otros arriesgando, literalmente, sus propias vidas. Agradecer a todos aquellos que cada día le daban una voz de aliento a quienes de un momento a otro se encontraron más solos que de costumbre. A aquellos que compartieron una parte de su alimento con un desconocido u ofrecieron sus servicios sin alguna compensación económica.
Mi corazón y el de muchos otros se conmueve al ver los actos desinteresados que se pueden hacer por los demás, al entender que somos tan distintos a lo que habíamos pensado, al conocer qué grado de bondad podemos tener cuando se trata de evitar nuestra propia extinción.

Marcela Tabares
Comarqueña | 2020