
06 Jun Publicidad política, una oda a la homogeneidad
Recién terminó el primer debate de candidatos presidenciales de Colombia (por lo menos, el de los más resonados en los sondeos de opinión) y aunque aún las alianzas, consultas, mangualas y “puñaladas traperas” no se han oficializado; ya se empiezan a sentir, como pasos de animal grande, las argucias políticas que llevarán a cualquiera de los aspirantes a ocupar el máximo cargo del país.
Es entonces cuando, como ciudadano, me preparo para ver el promocionado combate.
Supongo ingenuamente que será un encuentro dialéctico de ideas, propuestas y contrapunteos estadísticos sobre los puntos de dolor de Colombia.
No tardo nada en quedar “vestido y alborotado”.
La discusión en cuestión de segundos se vuelve un lavadero en el que los invitados vuelven a sumergir todos los temas del país en la eterna y cansina disyuntiva: izquierda o derecha. Eso sí, el cinismo se convierte en el aderezo del foro y vemos cómo, sin inmutarse, los corruptos presentes hablan en contra de la corrupción; los victimarios presentes, a favor de las víctimas; los otrora guerrilleros, contra la subversión; y los politiqueros, a favor de acabar con las maquinarias.
No puedo más, en ese momento, como publicista, me remito entonces a la comunicación persuasiva de cada candidato, a la retórica electoral de sus equipos de trabajo y a la genialidad de los mensajes propagandísticos creados por sus agencias. Seguro espero a que por lo menos la creatividad, el marketing político y el branding personal, hagan lo que el debate no hizo: diferenciarlos.
Ciertamente no pude quedar más “desinflado”.
En términos publicitarios, el festival del cliché está a la orden del día: poses mirando al cielo mientras que la bandera de la colectividad, que otorgó el aval, ondea en el fondo. Eslóganes que parecen sacados de la misma máquina y una palabra que aparece de forma tan repetida y conjugada que asombra que nadie lo note: “cambio”.
Fotos con camisas blancas y mangas recogidas (porque tú sabes: “estoy trabajando incansablemente”), impresos con la foto del candidato en donde parece listo para recibir la primera comunión y el apellido, que no es nada excéntrico, situado, agrandado y protagonista en la pieza como si fuera muy distintivo el abolengo español (que los demás también tienen). Los partidos, que hoy por hoy pululan y confunden, también aportan su cuota de demagogia. Con nombres rimbombantes y colores que suelen identificarlos, pretenden captar el voto apático e indeciso. ‘Esperanza renaciente’, Movimiento democrático, Colombia Justa, Pacto Histórico, … ¡Da hasta risa!
En síntesis, debe haber algo muy mal con el sistema electoral colombiano, así como con las agencias que aceptan estos clientes, ya que la contienda no se da en el ring de las ideas persuasivas (ni política ni publicitariamente hablando).
Parece que los logos, los conceptos, las estrategias, los temas de campaña, las propagandas, las acciones y la creatividad electoral son solo requisitos con los que debe cumplir el candidato en el Concejo Nacional Electoral (CNE). Los votos se logran de otra forma menos ética y menos creativa.
Vivimos una era de homogenización política, parecen clones, se venden en serie, son plantillas que se usan una y otra vez cada dos o cuatro años, es una oda al igualismo.
Solo me resta abrir la puerta de Comarca Marketing Advertising y esperar que alguno de los aspirantes lea esto y nos llame. La publicidad política y la creatividad persuasiva construyeron historias casi míticas, de personajes que hoy son recordados como próceres, ejemplos de inspiración y verdaderos íconos de la humanidad.
Si la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos,
la publicidad también lo es.

Donny Rossoff
Strategic Marketing Director | Cofunder